“Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía.”
José es uno de los doce hijos de Israel. Era su consentido y por eso sus hermanos le tenían envidia.
Además José tenía sueños donde se anticipaba un honor especial para él.
Pero en ese momento eran solamente sueños porque en la realidad, en la primera oportunidad que tuvieron sus hermanos le intentaron matar.
Por la intervención de Ruben, el hermano mayor, José es puesto en una cisterna y así evita su muerte.
Pero Judá (siempre hay un ocurrente en la familia) tuvo una idea diferente y José fue vendido a unos comerciantes árabes que pasaban por ahí, quienes a su vez lo vendieron a un alto funcionario egipcio.
Así el trazo de la redención de Dios marca una parada en Egipto, con un nuevo actor, José.
Y seguimos viendo en el texto como el plan de Dios de salvación sigue su curso: El linaje de Abraham ya es una familia numerosa pero aún no ha llegado a ser una gran nación ni luz a las demás naciones.
Pero también, la Escritura nos permite mirar la vida personal de José.
Los sueños de José no están frustrados por nadie. Están en camino de convertirse en realidad. Él no lo sabe, no lo entiende.
De ser el consentido de papá paso a ser un esclavo en Egipto.
A veces nos preguntamos ¿por qué si soy hijo de Dios tengo que pasar por esto…?
No estamos solos, ninguna circunstancia en nuestra vida es aislada ni fuera del control de Dios.
En Cristo, somos hijos de Dios, tenemos promesas enormes; pero aún vivimos en Egipto, estamos atados a un mundo caído con una naturaleza inclinada al mal.
Hemos sido salvados y seguimos esperando la redención total.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” Filipenses 3:20-21
Aquí el resumen:
Sueños
Envidia
Esclavo
Egipto
Dios presente …
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